Jose María Pont ha caído en el mundo editorial por un cúmulo
de errores. Cuando su principal interés eran las mujeres y la
música de Frank Zappa, las presiones familiares lo empujaron a
estudiar empresariales. Su ambición era desarrollar una nueva
corriente filosófica bajo la palmera de una isla caribeña pero
acabó trabajando para empresas multinacionales. Contra su
voluntad ha ido ascendiendo en la escalera corporativa
(precipitándose por ella, en sus propias palabras) hasta
convertirse en un importante directivo. Ante tamaño
despropósito se refugió en la escritura.
Es autor del impublicable volumen Venid a meter las narices,
una ácida sátira sobre el boom del ladrillo. Ahora salta al ruedo
editorial con un thriller tan esperpéntico como la realidad en la que se inserta.