Bienvenidos a una nueva edición de «Historia de una cubierta». Una sección que nos supone esfuerzo y sudores postapocalípticos (ya verán, ya), pero todo sea por satisfacer la curiosidad de nuestros lectores. Hoy destripamos los vericuetos diseñiles de Estación Once, de Emily St. John Mandel. De esta novela han dicho de todo, y casi todo muy bueno:
- “La mejor novela que leí en 2014. Un libro que recordaré durante mucho tiempo y que volveré a leer”. George R. R. Martin, autor de Juego de tronos
- “Estación Once es tan irresistible, tan imaginativa, que no hubiese dejado de leerla por nada del mundo”. Ann Patchett
- “Una narradora exuberante”. The New York Times Book Review
- “Una hermosa historia de relaciones humanas en medio de la devastación”. The Washington Post
- “Es difícil imaginar una novela mejor construida”. The New Yorker
Pero seamos sinceros: ¡cómo nos costó esta cubierta! Si con todas las idas y venidas a Rafa Ricoy, nuestro Newton del diseño y firme creyente de la teoría del ensayo-error-hasta-el-acierto, no le dio un síncope, podemos estar tranquilos: tenemos Rafa para rato.
Sí, debemos reconocerlo, Estación Once venía de triunfar en Estados Unidos (ganadora del Premio Arthur C. Clark, finalista del National Book Award, bestseller del New York Times, libro del mes en infinidad de medios) con buenísimas críticas de periodistas y lectores, así que estábamos deseando acertar de pleno y un poco tensos con esta cubierta.
Vamos con las dos primeras propuestas:
En la primera propuesta hay muchos elementos para intentar explicar el libro, demasiadas referencias que a alguien que llegase al libro sin ninguna saber nada de él podían confundirle. En el segundo caso nos gustaba la idea del cartel, aunque no tanto el fondo, demasiado devastado (aunque en Estación Once desaparezca la humanidad tal y como la conocemos debido a un virus).
Siguientes propuestas:
En la tercera propuesta aparece Shakespeare, ¿que qué pinta ahí? Los supervivientes del virus crean la Sinfonía Viajera, un grupo que se dedican a viajar entre los asentamientos para representar obras de Shakespeare. Efectivamente, un referente difícil y confuso.
La idea de la Estatua de la Libertad como símbolo del hundimiento de la civilización es potente, aunque no original (esta es pregunta de Trivial) y la combinación con las tiendas de campaña no nos convencía.
Tercera propuesta:
Estas dos nuevas propuestas eran completamente diferentes, pero no creíamos ir por el buen camino. La tensión aumentaba.
Ronda final de propuestas, el tiempo se agotaba y había que mandar el libro a imprimir:
Nos acercábamos, pero todavía había algo que no encajaba, sobraban elementos. Como sucede en tantas ocasiones había que simplificar. Y entonces lo tuvimos claro:
Esta es la cubierta. Pocos elementos, pero muy rotundos. Un cartel o letrero roñoso, en mal estado, la corona partida y la gran frase de George R. R. Martin. Muchas veces, menos es más. ¿Qué opináis?
Os dejamos un vídeo en el que la autora nos cuenta por qué se decidió a escribir Estación Once.
Y para el que quiera sumergirse de inmediato en la lectura de esta apasionante novela, aquí un generoso extracto que también se puede descargar.